martes, 3 de diciembre de 2013

BENDITO EL LUGAR

Llegué a Alcuéscar motivada por las experiencias que había tenido en estos dos últimos años de acercamiento a varias realidades, por mis inquietudes y las ganas de "echar una mano". Quizá mi motivación era mucho más social que a nivel de experiencia de fe, porque pensaba que en qué podría Dios sorprenderme ahora.
Esta vez era distinto, no me iba a encontrar con mi familia claretiana, carisma desde el que intento crecer.
Pero vayamos a lo importante, ¿qué he vivido?, ¿qué he sentido?
Puedo decirte que alegría, alegría en todo momento, pero también extrema pequeñez, porque me apenaba ver que tendemos a tratar como menos a nuestros abuelos, entrando a relacionar con los residentes de la Casa de la Misericordia, casa de acogida que hospeda, cuida y libera a quienes allí viven.
Fue curioso el momento en el que me dí cuenta de algo; haciendo las camas, vistiendo y revistiendo de sábanas, forros, edredones y mantas: tienen una dignidad abrasadora, unas ganas de vivir que no pueden ser frenadas,un ímpetu en la mirada que me llegaba a sobrecoger. ¿Por qué tenemos que ser nosotros los que imponemos la dignidad a veces?
Me sentía con dudas, nunca incapaz porque era una experiencia de Dios, y sobre todo acogida. Acogida por una gente que no me conocía pero que ya sentía familia. ¡Ahí estála grandeza de mi Iglesia!
El sentirte en familia aún sin haberte visto antes. Creo que con algunos ni hablé de Dios como tal, pero estábamos en comunión con lo que vivíamos.
Se reafirmó ese calorcito de hogar, familia, que es una de las cosas que me gusta resaltar.
Me parecía impresionante a mí misma, me preguntaba incluso si Dios existía, en medio de aquella casa de "locos" que podía parecer,"locos" residentes","locos" esclavos de María, "locos" colaboradores... Y mi reflexión era la siguiente: si consideramos locos a los residentes, locos a los que entregan su vida a su cuidado... Merece la pena estar loco, y es más, me apunto a esta locura del amor. ¿Quién te pide solo AMAR? ¿Quién, no solo limpia la basura que hay en tí, sino que te regala un corazon nuevo? ? ¿Quién te invita a perdonar, sin otro propósito que hacerte más libre? 
¿De verdad no te apuntas al derroche de gratitud tras el Dios que se muestra en los pequeños?
Hablando de los hermanos,no puedo ocultar mi fascinación al descubrir su carisma,la coherencia con el mensaje de Jesús:tratar a los pobres como reyes. Al principio inquietante esa radicalidad de la entrega que viven a diario. Me daba hasta reparo estar al lado de ellos, era estar al lado de Jesús mismo. 
Todo ésto está muy bien. Pero será auténtico si se plasma en mi vida con un compromiso. Ésa es mi tarea ahora, ir buscando respuestas a todas las preguntas que me surgieron en esos tres días en Alcuéscar.
No ha sido triste en ningún momento y si tuviera que describirlo en una palabra sería ESPERANZADOR.
Ojalá mi testimonio te sirva para despertar y mirar a Jesús a la cara, ¡ENCIENDE EL CORAZÓN!

Elisa Barbero Valderrama

domingo, 21 de abril de 2013

En un lugar entre dos hemisferios


A una semana de cumplir 6 meses desde que llegué a Santo Domingo de los Tsáchilas (Ecuador), me siento a compartir un poco algunas pinceladas de lo que está suponiendo esta experiencia en mi vida como voluntaria en Fe y Alegría.

Han sido muchas las etapas que he pasado, y estoy segura de que en la que me encuentro ahora no será la definitiva. Cada mes ha tenido su idiosincrasia, su propia introducción-nudo-desenlace, y darme cuenta de ello me hace sentirme quizás un poco más viva, viviendo un proceso personal que está en constante desarrollo.

Las primera semanas estaba un poco en “estado de shock normalizado” jajaja Digamos que no me creía que estaba aquí, y la solo idea de pensar que iban a ser 12 meses me causaba cierta inseguridad (no sabía si sería capaz). En esos días me ocurrió algo con lo que no contaba: cuando mi sensación de pequeñez, de “no poder” se hacía fuerte, más notaba la fuerza de la oración de tanta gente que estaba pidiendo por mi, era como si sus oraciones me recargaran y me dieran lo que me faltaba para poder llevar los días sin decaer. Nunca había sentido eso, y os aseguro que rozaba casi lo mágico.

Al paso de un tiempito fueron viviendo otras palabras que dieron nombre a mi vivencia y en todo me ha acompañado Ana, voluntaria de Sevilla con la que comparto mi vida sin resquicios. No hay pensamiento, inquietud, alegría que tengamos que no pongamos en medio de la comunidad que hemos formado. Crecemos juntas, y cada una aporta algo distinto. Ambas decidimos que esta experiencia fuera un año dedicado en exclusividad a Dios y eso ha llenado la experiencia aún más. Con ella practico la comunidad de bienes, nos formamos juntas en cuestiones de fe, buscamos otras congregaciones y ONGs en el país,…

Juntas también hemos ido cuestionándonos en todo momento nuestro “estar” en Ecuador, y muchas veces me he sentido como si estuviera en tiempo de la colonia española, cuando nuestros antepasados llegaron a estas mismas tierras creyendo tener posesión de la verdad. Esa mirada a veces crítica que he tenido ha hecho daño a mi experiencia pero me ha hecho madurar, y es que cuando uno va a hacer un servicio a otro país, no pensemos que va solo con lo bueno de esa persona, sino que uno carga en su mochila toda la complejidad de su “yo”. No me bajé del avión y me convertí en “super Pachi”, no. Me baje con todas mis pobrezas, con mi inmadurez, con mi ignorancia, y también con mis dones e ilusiones. Uno va con todo, y la gente te acoge con todo. Yo solo puedo estar agradecida porque me den este espacio, esta confianza, este hueco en sus proyectos educativos y en sus vidas.

Sigo en constante crecimiento, viendo en todo la oportunidad de un encuentro con este Padre Nuestro misericordioso, que camina conmigo, que cree en mí, mi Camino, Verdad y Vida. Ahora que aquí estamos empezando el curso escolar tengo una mirada llena de ilusiones por seguir construyendo, por fortalecer y cuidar los vínculos tan bonitos que tenemos con la gente, por aprender y apoyar el proyecto de inclusión de personas con discapacidad en el que participo, por encontrarle en nueva esquina, en nuevo rostro, en nuevo error, en una nueva lucha.

Sin duda esta experiencia está siendo a todos los niveles maravillosa. Alejada de romanticismos, está calando en mi vida de a poco. Supone un encuentro cara a cara conmigo misma, y mano a mano con el otro.

Decir que extraño muchísimo a mi familia claretiana y que en Ecuador he sentido una reafirmación en nuestro carisma y en mi Comunidad de María, pilares de mi vida.

Sin más, un abrazo muy fuerte y lleno de cariño desde lo que somos.
 


POR PAZ GONZALEZ-VALLARINO

martes, 2 de abril de 2013

O VIVIMOS PARA SERVIR O NUESTRA VIDA NO SIRVE PARA NADA


Níjar, ese mágico lugar al que he tenido la suerte de poder ir. Un pequeño rinconcito del mundo donde hay muchos inmigrantes que tienen sueños e ilusiones, una dura historia y muchas cosas que decir.

 La noche antes de partir no podía parar de hacerme preguntas sobre lo que iba a vivir y llegué allí a ciegas, no sabía lo que me esperaba. Tenía una pequeña idea por lo que me habían contado alguno de mis compañeros, pero nada más lejos de la realidad ya que una experiencia así solo puede comprenderse desde dentro.

Desde el primer día me dejé sorprender por Dios, que siempre tiene cosas maravillosas guardadas para nosotros, y efectivamente, a cada día que pasaba me sorprendía más y más y me iba llenando de luz y se iba mostrando en cada persona, tanto en las hermanas mercedarias como en los morenos, en cada gesto, en cada sonrisa...

Si tuviera que describir la experiencia con una palabra sería imposible, pues cada día me asaltaban un millón de emociones que muchas veces eran contrarias. Felicidad, tristeza, alegría, impotencia, frustración... Pero sin duda el amor era el sentimiento que más presente estuvo a diario.

Esta semana he comprendido lo que es el verdadero sufrimiento, el dolor de dejarlo todo atrás para comenzar una nueva vida sin saber lo que te espera. Los morenos, todos y cada uno de los que he conocido, me han dado una lección que jamás olvidaré, me han enseñado que a pesar de todos los obstáculos, hay que seguir luchando sin perder la esperanza ni la sonrisa, me han enseñado lo que es la fortaleza, la nobleza y la sensatez. Si todos ellos pueden mantener su sonrisa después de la dura historia que tienen, a nosotros nos debería dar vergüenza cada vez que nos quejamos por algo.

Uno de los días, tuvimos la gran oportunidad de poder profundizar en nuestra relación con los morenos, pudimos hablar de nuestras vidas, conversar como hermanos y pudimos conocer sus historias, los sueños y esperanzas que tenían, cómo se sentían, qué querían...y yo me sentí como si estuviera rodeada por mi familia, y en verdad así es. Ese día ha sido uno de los más especiales de mi vida y no puedo explicarlo sin mencionar a Dios. Sólo es posible que tengan esa fuerza, esas ganas y esa sonrisa por la presencia de Dios y allí podía sentirse, podía palparse en el ambiente la tristeza de lo que nos habían contado, pero también la felicidad que les brindaba el hecho de no perder la esperanza. Pero en mi corazón también sentía indignación por no comprender como una realidad así puede ser tan ignorada por la sociedad, hasta el punto de sacar beneficio de ella, sigo sin comprender cómo es posible que se explote y que se arranque la dignidad a estas personas tan admirables, tan nobles y de las que TODOS podríamos aprender algo. No comprendo cómo en tantas ocasiones se les niega algo tan evidente como el ser reconocidas como personas cuando todos somos miembros de un mismo cuerpo. Creo que un mundo en el que hay este tipo de problema no es un mundo que sea el mejor mundo que puede ser.

Jamás podré olvidar la gran complicidad que tuvimos, con la única diferencia del color de nuestras pieles. Tampoco olvidaré la alegría que transmiten al sonreír y esa fuerza que sacan de donde haga falta. Algo que también queda grabado en mi cabeza y en mi corazón es la increíble labor que realizan las hermanas mercedarias, un verdadero testimonio de amor y servicio, personas que entregan su vida, dignas de conocer y de admirar. Jamás olvidaré a estas personas ni este lugar, porque ya forman parte de mi.

Por último, decir que esta semana he sido plenamente feliz. He sido feliz con ropa vieja y apenas contacto con el exterior, y he sido feliz por servir y por amar. Esta semana me he sentido tremendamente amada por Dios, porque me ha regalado esta experiencia. Esta semana me han llenado de luz y yo he sido luz, me han llenado de felicidad y yo he regalado momentos felices. He sentido la felicidad en cosas tan pequeñas como pintar una pared, enseñar el abecedario, doblar ropa, cargar cajas o limpiar una casa en la que se que van a vivir personas que han luchado como nadie por ello. Esta semana he encontrado la felicidad en amar, en servir, en sentirme amada por Dios y en compartir con mis compañeros momentos de oración y sentimientos.  

Ahora solo puedo dar GRACIAS y decir que nuestra vida es el único evangelio que algunos pueden leer, por lo que aquí dejo mi testimonio .





POR: ANDREA RAPOSO

domingo, 31 de marzo de 2013

Id y ANUNCIAD por el mundo...


Llegué a Níjar buscando respuestas y resulta que he encontrado nuevas preguntas. Llegué intentando resolver mis inquietudes y resulta que a cada paso que daba me topaba con una nueva sorpresa. Llegué intentando ser luz, pero además he sido iluminada.

Es difícil explicar a través de la palabra sentimientos tan intensos como los que he vivido esta semana, pero voy a hacer lo posible por compartirlo con vosotros, y que todas las historias, heridas y esperanzas palpadas estos días no se queden únicamente en mí ni en mis amigos.

Lo primero que  te sorprende cuándo llegas a San Isidro es la gran la gran cantidad de población inmigrante. Es como si te movieras en un trocito de África dentro de España. Como si África viviese en ti.

Normalmente cuándo llegas a una experiencia de este tipo tienes el “chip” cambiado y vas dispuesto a dar lo mejor de ti en los días que vayas a estar compartiendo la vida con las personas que te encuentres en el camino. Intentas desvivirte en los pequeños detalles, y sacar lo mejor que sabes que llevas dentro.  Intentas regalar tus manos, tus palabras, tu trabajo.

Yo llegué con esa actitud a Almería: dar, dar, dar… Pero a medida que fueron pasando los días me di cuenta de que mis esquemas cambiaban y surgían en mí muchas preguntas, cuestionamientos, interrogantes, promesas, sufrimientos…

La inmigración es una realidad que independientemente del sitio al que pertenezcamos la mayoría podemos tener muy cerca. Pero en muy pocas ocasiones profundizamos en ella. En este mundo en el que vivimos, siempre con prisas, egoísta, con la mirada llena de muchas cosas que ensucian el alma, no somos capaces de pararnos a mirar los ojos de nuestros hermanos y preguntarnos como se llaman, por qué son como son, qué les mueve, cuál es su familia, de dónde vienen... Esta falta de interés, de empatía, de amor, nos lleva a pasar por la vida de puntillas, a no saber reconocer al que vive a mi lado como un hermano, a no amar ni servir como espera Jesús de nosotros.

Pero como Dios siempre quiere hacer con nosotros las cosas bien nos brindó la oportunidad de no pasar de largo por esta experiencia y quedarnos en lo más superficial: haber hecho una buena obra. Él ha querido cuestionarnos, crear sentimientos en nosotros, a veces contradictorios  (alegría, indignación, enfado, impotencia, amor, dolor…). Por eso nos regaló la posibilidad de hablar con los morenos, con los inmigrantes, y compartir la vida de tú a tú, como hermanos, sin establecer barreras de ningún tipo, sintiéndonos en verdadera fraternidad. Yo me interesaba por saber cómo vinieron a España, cuánto tiempo llevaban aquí, en qué condiciones vivían, como era su familia, que esperanzas e ilusiones tenían…Y ellos a su vez me preguntaban a mí que estudiaba, porque yo siendo joven estaba allí pasando con ellos la semana santa, como se llamaban mis hermanos, qué quería ser en un futuro.

Muchas veces sus respuestas provocaron en mí olas de impotencia y dolor al ver el sufrimiento que habían tenido que pasar, al ver y palpar las condiciones en las que vivían, al escuchar como para muchas personas el dinero es más importante que la dignidad. Me descoloca la idea de vivir en una sociedad en la que la posesión de unos papeles sea más importante que la vida de una persona. Me descoloca, entristece y cuestiona. Me hace moverme, interesarme, preguntarme qué estoy haciendo yo para luchar contra esto, que puedo hacer por mejorar el mundo en el que vivimos, con muchas cosas buenas y maravillosas, pero tan cuestionables tantísimas veces…

Una imagen que se me quedará grabada siempre fue una mañana que fuimos a pintar y ayudar a limpiar la “casa” de un moreno. Si se puede llamar casa, porque dudo que pueda convertirse en un hogar. Mi hermano, mi prójimo vivía en una cochinera, sí, en un sitio donde hacía poco tiempo había estado viviendo un animal. Pero no solo él, sino cuatro morenos más. Esto te descoloca porque comprendes que este mundo no es lo que tú quieres que sea, no es lo que buscas construir desde el evangelio.

Pero no todo se quedo en dolor e impotencia…he descubierto mucha FUERZA Y ESPERANZA. La sonrisa de los morenos y sus ilusiones me han cuestionado aún más si cabe que sus heridas. Me llevo una lección de vida enorme, que pienso que nadie me podía haber dado tan bien como lo han hecho ellos y las hermanas mercedarias, que además de ser auténticas, me enseñan esa cara de la Iglesia que tanto me gusta: una Iglesia pobre, servidora, entregada a los más débiles.

Cuándo les pregunté a algunos morenos si a pesar de todo seguían teniendo esperanza, sus respuestas fueron inmediatas y todos coincidían: Claro que sí, la esperanza siempre hay que tenerla. Esa fuerza solo la da Dios, estoy convencida de que Él vive  con ellos y en ellos. Me hizo plantearme muchas cosas de mi vida. Nosotros tan tiquismiquis, tantas veces tan superficiales, que nos desanimamos por cosas que realmente tienen fácil solución. Que damos importancia a lo material y no a lo de dentro. Que nos quejamos, y quejamos…y no valoramos lo que la vida nos regala, lo que Dios nos quiere.

Otra cosa que espero no olvidar son sus sonrisas, siempre presentes, siempre latentes. Que a mí me servían y espero que me sirvan todos los días de mi vida de impulso, de fuerza. Esas sonrisas tan maravillosas y bondadosas. Que también me hicieron entender que el dolor vivido desde el amor puede llevarnos a sacar siempre lo mejor de nosotros mismos. Que tras el sufrimiento, Dios aparece como una esperanza que enamora.

Tuve la suerte de dar con mi amiga María, una mañana clases de español, y me sorprendió las ganas que tenían de aprender, de conocer…pero me sorprendió más lo poco que valoro muchas veces la oportunidad que tengo de formarme y de estudiar, de conseguir ser aquello que me llevará a entregarme a los demás. No quiero pasar de puntillas por este mundo, quiero implicarme de verdad con los que sufren.

Creo que mi experiencia ha sido muy acorde a lo que debe vivir todo cristiano en semana santa: ganas de construir un mundo basado en el amor y en el servicio, dolor al toparme de frente con una realidad tan llena de cruces, y por último, Alegría y esperanza al comprobar las cosas que aún quedan por hacer, las ilusiones y las promesas que brotan de nosotros.

La felicidad está dentro de ti. La cosa es donde quieras buscarla. El mundo depende de ti. La cosa es el color del que quieras pintarlo. Yo solo puedo deciros que he descubierto mi felicidad esta semana, y que no está nunca donde la sociedad y los medios nos dicen. Que es algo mucho más profundo, más hermoso, más grande. Que solo en tu corazón y en el compartir con los otros podrás encontrarla. Al menos eso es lo que he ido descubriendo a lo largo de mis años…




Solo os digo que he abierto los ojos y he comprendido: SI ELLOS TIENEN ESPERANZA YO NO PIENSO PERDERLA. GRACIAS.








Por BELEN MARCOS