A una semana de cumplir 6 meses desde que
llegué a Santo Domingo de los Tsáchilas (Ecuador), me siento a compartir un
poco algunas pinceladas de lo que está suponiendo esta experiencia en mi vida
como voluntaria en Fe y Alegría.
Han sido muchas las etapas que he pasado, y
estoy segura de que en la que me encuentro ahora no será la definitiva. Cada
mes ha tenido su idiosincrasia, su propia introducción-nudo-desenlace, y darme
cuenta de ello me hace sentirme quizás un poco más viva, viviendo un proceso
personal que está en constante desarrollo.
Las primera semanas estaba un poco en “estado
de shock normalizado” jajaja Digamos que no me creía que estaba aquí, y la solo
idea de pensar que iban a ser 12 meses me causaba cierta inseguridad (no sabía
si sería capaz). En esos días me ocurrió algo con lo que no contaba: cuando mi
sensación de pequeñez, de “no poder” se hacía fuerte, más notaba la fuerza de
la oración de tanta gente que estaba pidiendo por mi, era como si sus oraciones
me recargaran y me dieran lo que me faltaba para poder llevar los días sin
decaer. Nunca había sentido eso, y os aseguro que rozaba casi lo mágico.
Al paso de un tiempito fueron viviendo otras
palabras que dieron nombre a mi vivencia y en todo me ha acompañado Ana,
voluntaria de Sevilla con la que comparto mi vida sin resquicios. No hay
pensamiento, inquietud, alegría que tengamos que no pongamos en medio de la
comunidad que hemos formado. Crecemos juntas, y cada una aporta algo distinto.
Ambas decidimos que esta experiencia fuera un año dedicado en exclusividad a
Dios y eso ha llenado la experiencia aún más. Con ella practico la comunidad de
bienes, nos formamos juntas en cuestiones de fe, buscamos otras congregaciones
y ONGs en el país,…
Juntas también hemos ido cuestionándonos en
todo momento nuestro “estar” en Ecuador, y muchas veces me he sentido como si
estuviera en tiempo de la colonia española, cuando nuestros antepasados llegaron
a estas mismas tierras creyendo tener posesión de la verdad. Esa mirada a veces
crítica que he tenido ha hecho daño a mi experiencia pero me ha hecho madurar,
y es que cuando uno va a hacer un servicio a otro país, no pensemos que va solo
con lo bueno de esa persona, sino que uno carga en su mochila toda la
complejidad de su “yo”. No me bajé del avión y me convertí en “super Pachi”,
no. Me baje con todas mis pobrezas, con mi inmadurez, con mi ignorancia, y
también con mis dones e ilusiones. Uno va con todo, y la gente te acoge con
todo. Yo solo puedo estar agradecida porque me den este espacio, esta
confianza, este hueco en sus proyectos educativos y en sus vidas.
Sigo en constante crecimiento, viendo en todo
la oportunidad de un encuentro con este Padre Nuestro misericordioso, que
camina conmigo, que cree en mí, mi Camino, Verdad y Vida. Ahora que aquí
estamos empezando el curso escolar tengo una mirada llena de ilusiones por
seguir construyendo, por fortalecer y cuidar los vínculos tan bonitos que
tenemos con la gente, por aprender y apoyar el proyecto de inclusión de
personas con discapacidad en el que participo, por encontrarle en nueva
esquina, en nuevo rostro, en nuevo error, en una nueva lucha.
Sin duda esta experiencia está siendo a todos
los niveles maravillosa. Alejada de romanticismos, está calando en mi vida de a
poco. Supone un encuentro cara a cara conmigo misma, y mano a mano con el otro.
Decir que extraño muchísimo a mi familia
claretiana y que en Ecuador he sentido una reafirmación en nuestro carisma y en
mi Comunidad de María, pilares de mi vida.
Sin más, un abrazo muy fuerte y lleno de
cariño desde lo que somos.
POR PAZ GONZALEZ-VALLARINO