Recién llegado de Níjar y con la experiencia todavia muy fresca, me propongo compartir con vosotros lo que ha sido este tiempo de CONVIVENCIA con los inmigrantes que nos hemos encontrado allí, con las monjas mercedarias y, obviamente, con el grupo de jovenes que embarcamos el dia 6 de Septiembre en una aventura que nos uniría en los siguientes dias.
En la mañana de dicho día lo habitual de cualquier viaje: maletas, nervios y muchas horas de carretera hasta llegar a nuestro destino. Entre tanto, tiempo para irnos conociendo entre nosotros en un grupo bastante variado. Eramos 8, todos entre 16 y 18 años, pero muchos no nos conocimos hasta el dia que partimos. NUNCA IMPORTÓ, y la unión fue total mientras estuvimos allí y se estableció un lazo muy especial entre todos los componentes del mismo.
Y llegamos a ese lugar tan único que es Níjar, ALEJADO DE TODO, incluido, de la imaginación de cualquiera que no haya estado allí. En apariencia normal, como cualquier pueblo del sur: Casas blancas, una iglesia, un ayuntamiento, tiendecitas al más puro estilo de los ya casi extintos ultramarinos... Pero hay una cosa en la que Níjar marca la diferencia, sus habitantes. Los invernaderos de la comarca son el especial aliciente de aquellos que llegan de más allá de nuestras fronteras, conviertiendose en mayoria en una población, que parece salida de UN TROCITO DE AFRICA principalmente.
Nuestra actividad allí es muy variada pero se basa principalemente en el trabajo en el campo, construyendo y pintando casas, así como las actividades que desarrollamos tanto dentro del almacén como en el taller. Generalmente trabajo duro, que tratabamos apaciguar con escasas horas de sueños y algunos momentos en los que pedíamos a DIOS que nos ayudase a mantener la sonrisa cuando las fuerzas flaqueasen.
Y creo que ese ha sido el secreto de esta experiencia: la ALEGRIA. La alegria contagiosa de un grupo que se ha caracterizado por no dejar nunca de reir, por no torcer el rosto ante las injusticias de las que eramos testigos, por buscar la cara amable de aquel que no nos la devolvía. Alegría de las monjas mercedarias, incansables, cuyo carisma consiste precisamente en enfrentarse cada día a un sin fin de complicaciones que finalmente logran superar milagrosamente. Y para terminar, aunque seguramente la que más traspasa el alma, al ser la menos habitual, la alegría de los inmigrantes, siempre por encima de las adversidades con las que les trata la vida, siempre con la esperanza de que el mañana será mejor.
Y así se han ido desarrollando los días, entre risas, canciones, trajo duro, milagrosas siestas y mucha ilusión. Las experiencias se acumulaban y cada comida era un intercambio de anécdotas que nos iban empapando de la realidad que estabamos viviendo. Muchas de ellas trataban sobre la reacción tanto de los inmigrantes como de las monjas ante las dificultades que se les planteaban. Todo esto lo poniamos en común en nuestra oración diaria, en la que compartiamos sensaciones y poníamos en manos de Dios todo lo que estabamos viviendo.
En resumen, ha sido una semana intensa, que he tenido la suerte de vivir con un grupo INCREIBLE, en los que confio y de los que espero un montón, y por supuesto les deseo lo mejor a cada uno de ellos. También AGRADECER a las monjas mercedarias su acogida allí y el cariño mostrado durante estos días.
Por último me dirijo a todos aquellos que no han estado en esta experiencia conmigo, para decirles que NO TENGAN MIEDO realizar este tipo de actividades que estoy seguro que no les dejará indiferente. Personalmente creo que es la mejor manera para ver que Dios está presente entre nosotros , sin embargo, puedo garantizar que, creas en lo que creas, siempre RECIBIRAS MUCHO MAS DE LO QUE DAS.
POR: JOSE MORENO
en vez de ayudar tú, acaban ayudandote ellos a ti... seguro que sabeis de que os hablo. la llamita en nuestros corazones no se debe apagar nunca.
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