Níjar. Una sola palabra. Un pequeño pueblo. Esconde cientos de sentimientos, miles de rostros, millones de sonrisas. Esperanza infinita.
Esta localidad de Almería, concretamente en San Isidro, no es una cualquiera. Es más, ni si quiera parece territorio español, ¿dirías tú eso?.
Con más de un 80% de población negra (llamada allí "morena"), en este lugar resalta la inmigración (subsaharianos, marroquíes,...), las malas condiciones de vida de muchos y la injusticia. Aún así, hay personas que luchan diariamente por mejorar la situación, como son las "mamas" (monjas Mercedarias). Cada una de ellas (Araceli, Francisca, Ana, Maria José y Puri) realiza una labor impresionante, donde entregan su vida entera sin pedir nada a cambio y siempre lo hacen con mucha vitalidad.
Esta última semana de Febrero de 2014 hemos ido mis compañeros, los monitores, el padre Jorge y yo a San Isidro de Níjar, donde cada día hemos dado lo máximo de nosotros mismos para realizar distintas actividades como ayuda en el almacén de alimentos o en el mercadillo, pintar una casa, dar clases de español a hombres y mujeres, construir una ducha, hacer un huerto, echar una mano en el taller, transportar muebles,... y muchas más.
Eso sí, ¡también hemos disfrutado en comunidad! Esos desayunos, comidas y cenas todos juntos, esas partiditas de cartas a media tarde, esas siestas en la terraza, esas carreras de sacos, esas frases (y canciones) tan graciosas, ese partido de fútbol, esas peleas por ducharse, esos "poemas" de cierta persona, esos viajes en el maletero y a toda pastilla,...
A lo que también se añade poner y recoger la mesa, preparar la comida con ayuda de Marta, fregar los platos, barrer, limpiar los baños, transportar mesas y sillas a todos lados,... ¡uf!
También hemos tenido una experiencia espiritual muy intensa. Cada día hemos realizados tres momentos de oración (recién despertados, por la tarde y por la noche antes de dormir) con acompañamiento de guitarra y cancionero, olé. Asistimos a varias eucaristías muy bonitas en la casa de las mamas, donde pudimos escuchar emocionantes testamentos, como el de Abraham. Todos nosotros hemos sentido montones de sentimientos, nos hemos dado cuenta de cómo son en realidad estas personas y pensamos aplicar nuestras enseñanzas a nuestra vida diaria.
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